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domingo, 28 de noviembre de 2010

Postprocesualidad y la Sagrada Trini-dad: Materialidad, Espacialidad, Temporalidad...



En medio de las notables críticas que comenzó a recibir la Nueva Arqueología, desde la acusación por parte de Donbayard en 1969, de que los procesuales no cumplían sus promesas, pasando por una crítica desde uno de los suyos, Flannery en 1973 señalando nada más y nada menos que una inconmensurabilidad epistemológica, un uso indiscriminado del nombre "Nueva Arqueología" como capital cultural y la pérdida de su objetivo que finalmente no iba hacia las leyes que pretendían usar como explicación de fenómenos culturales sino que se habían centrado en el estudio del método. Así hacia el 78' y el 79, se sentían las fuertes críticas de Salmon, desde la epistemología y de Meltzer desde la misma arqueología respectivamente terminaron por cortarle las alas a la Nuena Arqueología. Entre tanto, en 1982 se publicaba "Symbolic and Structural Archaeology" de Ian Hodder.
A comienzos de los 80', desde Cambridge-Inglaterra, un grupo de arqueólogos liderados por Ian Hodder como el Knight on the Shining Armor, junto a grandes exponentes como los bad boys Michael Shanks y Christopher Tilley, dan un vuelco a la teoría arqueológica.
Así que, el vuelco se da en el eje de la teoría, o sea, respecto a tres conceptos fundamentales que representan todo lo que la arqueología es: Espacio, Tiempo y Cultura Material.
Así que, en un comienzo, cuando el mundo era oscuro, el espacio se consideraba como el lugar geográfico donde se encontraban los sitios arqueológicos; el tiempo era visto como cronología, o sea, como una sucesión de eventos en un orden determinado; y la cultura material como meros objetos que eran modificados o utilizados por los seres humanos, lo que los convertía en “artefactos” y por lo tanto en “cultura”.
De esta forma, dentro de las luces que nos otorgaron los posprocesuales o “El club de Ian”, fue la transformación:
El espacio se transformó en espacialidad, el tiempo en temportalidad, y la cultura material en materialidad. El cambio es mucho más potente que una simple terminación en –dad.
Comencemos por materialidad y hagamos cuenta de que no existe la objetividad científica[1], y que todo es subjetivo, todo referente al sujeto. Ahora observemos los objetos que tenemos alrededor, ¿son objetivamente objetos? ¿los uso como me plazca? ¿uso el cepillo para peinarme la barba? tal vez en la Matrix, pero no en el nuevo mundo posprocesual, donde la percepción que tiene el sujeto (usted) del objeto (que está mirando) se funden, debido a que sus prácticas cotidianas están mediadas por tales objetos con los que interactúa con ellos y a veces, desde ellos. De esta forma, los objetos no son simples receptáculos de la conducta y el comportamiento humano, sino que a su vez estos articulan en cierta medida tales comportamientos y conductas. El objeto estructurando nuestras conductas, a esta capacidad de los objetos le han llamado la capacidad de agencia, es decir, la capacidad que tiene el objeto para mediar las conductas humanas, muchas veces sin que nos demos cuenta.

Tomando la noción de agencia material, nos acercamos ahora a la espacialidad y la temporalidad.

Y si es que, el espacio en el que uno habita es material ¿no tendrá capacidad de agencia? ¿Cómo nos afecta nuestro espacio? Determina nuestros movimientos, nuestras rutas, lo que miramos e incluso lo que escuchamos. El espacio para los posprocesuales no es ya el espacio donde existen los sitios arqueológicos, sino el lugar de habitad que tuvieron los sujetos, las personas a nivel de grupos particulares, en el pasado y por supuesto, también en el presente. Por ejemplo, Tim Ingold, en The temportality of the landscape uno de los textos arqueológicos más citados de la historia del universo, nos explica su forma de entender el espacio, como el lugar donde habitan las personas que es visible arqueológicamente a través de los sitios donde se desempeñaron ciertas tareas, lo que él llama taskscapes, lo que a su vez le da un nuevo concepto a la noción de temporalidad, ligado de manera concreta a una espacialidad agente a través del uso que hacemos las personas del espacio.
Así, espacio y tiempo dejan de ser algo absoluto, y se transforman el primero en una forma de percepción del hábitat y el segundo en el resultado de la sucesión de acontecimientos, una percepción muy cultural.

De esta manera vemos como la arqueología se transforma en el juego de la atención del investigador, sus percepciones y la posibilidad, nunca completa y jamás ciento por ciento certera, de acceder a las percepciones que otros tuvieron. Todo esto plasmado en forma de discurso, pero eso es otro texto.


[1] Si al lector le cuesta sugerimos leer “Contra el Método” de Paul K. Feyerabend.

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