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domingo, 28 de noviembre de 2010

Evaluación Crítica de la Arqueología Procesual


Los datos nunca hablan ¡Son las científicos los que hablan! Nosotros, entonces propusimos pensar en problemas y postular hipótesis que pudieran ser sometidas a prueba (…) lo que une todos los pasos de mi carrera es mi pregunta sobre los métodos: cómo aprendemos cosas, cómo evaluamos nuestros argumentos, métodos de aprendizaje o estrategias
Lewis Binford, Entrevista en Revista Ñ de Argentina.

Cuando al principal exponente de la Arqueología Procesual se le pide que precise sobre esta profesión muchas veces desconocida entre la sociedad civil, señala que “Los arqueólogos tratan de aprender cosas acerca de la diversidad de los humanos. Y, en ese sentido, la arqueología es parte de la antropología ¿Por qué las cosas cambian con el tiempo? ¿Por qué cuando uno excava lo que encuentra es cambio? Esas son las grandes preguntas de la arqueología y para responderlas hay que utilizar las estrategias que usan las ciencias. Pero fundamentalmente, para mí, la pregunta del arqueólogo debe girar en torno del método. Porque si uno hace lo mismo todo el tiempo, si uno sigue recetas establecidas, no hay aprendizaje” (Entrevista en Revista Ñ), declaración que tuvo su propio proceso de constitución, que entraremos a revisar.

Durante los años 1950 y 1960 las humanidades comienzan a pugnar por ser consideradas ciencias sociales y ser merecedoras de los recursos científicos, reposicionándose en el mundo académico. En un contexto de auge tecnológico, el cual conllevaba una fe social por la ciencia y el progreso, sumado al deseo del desarrollo material y la idea de funcionalidad, se fortalecían las tendencias de volver a las humanidades en ciencias, y más particularmente en 'ingenierías sociales' para crear y fortalecer políticas públicas, validando su realización e intervención con la jerarquía y la autoridad científica; naciendo de esta forma las denominadas 'nuevas ciencias' y su correlato en la arqueología.

El máximo dirigente de este virage científico era el mencionado Lewis Binford, estadounidense, impulsor de las ideas procesuales, que señalaban que no se puede entender el registro arqueológico sin que se comprenda cómo se formaron dichos restos que eran evidencias contemporáneas de elementos que son fruto de acciones humanas del pasado, los cuales eran procesos específicos que podían problematizarse atemporalmente, y que se vinculaban como sistemas. Además, le da gran importancia a la antropología y a la etnología para comprender el pasado, -renovando las propuestas y constituyendo la etnoarqueología, y nutrir el conocimiento prehistórico- fomentó la arqueología experimental y la utilización de las ciencias naturales en la investigación arqueológica, a un nivel de tecnologizar y especializar como nunca antes a la disciplina. Tomando las críticas y propuestas de los arqueólogos funcionalistas, establece un modelo integral en sintonía con las 'nuevas ciencias'.

Uno de los hitos importantes con que se da inicio a este virage antropológico en la arqueología se dio con la publicación de Method and Theory in American Archeology de Willey y Phillips, quienes señalan que el nuevo paradigma debía tener en cuenta que la 'arqueología americana o es antropología o no es nada'. Este impulso es el que capitaliza Lewis Binford al desarrollar su planteamiento de Archeology as Anthropology, articulo publicado en 1962, en donde sistematiza un nuevo modelo para la arqueología, siendo la cultura un medio de adaptación extrasomático, entendiendose como herramientas para adaptarse a un ambiente; concibiendo que los elementos materiales son elementos funcionales al proceso de adaptación; y donde la tecnología es el ámbito privilegiado para el conocimiento de las conductas por mantener una directa relación con los limitantes estructurales.

Las influencias teóricas que recibió podrían graficarse también mediante los dirigentes más signidicativos de ciertos proyectos académicos. Por un lado teníamos a Julian Steward, graduado de la Universidad de Berkeley en 1929, representante del funcionalismo y el ecologismo cultural, siendo sus principales aportes la teoría de la evolución social bajo el modelo de la ecología cultural y de la evolución multilineal, el cual considera a la cultura como una totalidad funcionalmente integrada, tomando Lewis Binford de aquí la idea de Núcleos Culturales, que destacaban las actividades asociadas a la subsistencia y la adaptación al ambeinte, concebidos como nichos ecológicos. Entonces, metodológicamente rescata de sus propuestas que: debemos realizar un análisis de la tecnología productiva y del medioambiente, un análisis de las conductas de explotación de espacios específicos y observaciones de cómo estas pautas de conducta determinan el resto de la cultura, y en qué mededida (Steward, 1955). Por otro lado tenemos la importante influencia del representante del neoevolucionismo, Leslie White, quien en 1927 se convirtió en profesor de antropología de la Universidad de Búfalo, siendo un gran conocedor de la obra de Lewis Henry Morgan, destacando que la conducta humana es simbólica en su totalidad, y sosteniendo que existía regularidad en el desarrollo de la cultura, mediante la idea del progreso como eficacia energética, o sea, más producción por menos esfuerzo gracias al desarrollo de la tecnología (C=ExT). La cultura se desarrollaría por el uso de energía per cápita por año en función de la tecnología productiva, siendo el progreso la maximización energética y eficiencia del sistema tecnológico productivo (White, 1959). En tercer lugar estaría Ludwing Von Bertalanffy, impulsor de la teoría general de sistemas, destacado representante del Círculo de Viena y fundador del modelo nomológico deductivo de las ciencias, quien recibe su doctorado en la Universidad de Viena en 1926 y alcanzó fuerte hegemonía en esta renovación científica, siendo su objetivo la búsqueda de elementos integrados y leyes de los mismos. Para esta perspectiva, todo sistema está compuesto por subsistemas, con distintas funciones y jerarquías, estando todo sistema sujeto a leyes y siendo más que la suma de sus partes (Bertalanffy, 1969). Y finalmente, la influenica de Carl Gustav Hempel, impulsor del positivismo lógico como filosofía de las ciencias, teniendo una concepción científica del mundo. Se cobcebía a la realidad como independiente del observador (1), volviendo el problema científico como meramente metodológico, noción a la que Lewis Binford mantiene alta afinidad. Existiría sólo una ciencia que se ajusta al modelo de la matemática, la física y la lógica. La labor de la ciencia es verificar las hipótesis de sistemas de terminologías depuradas y estandarizadas, para validar el conocimiento mediante la metodología, descrubiendo leyes ya existentes en la realidad de forma deductiva. Para esta perspectiva es central poder diferenciar lo que es científico y lo que no, y siempre tener las expectativas claras respecto de lo que se busca, haciendo ciencia donde realmente se pueda hacer ciencia, y evitando centar la atención en las particularidades del observador (Hempel, 1965).

Sin embargo, la labor de Lewis Binford fue más teórica que práctica, por lo que aislarlo de otros
profesionales sería un error en el desarrollo del procesualismo. Una significativa camada de 'nuevos
arqueólogos' pujabam por reorientar la disciplina paralelo al representante más conocido. Un exponente fue Kent Flannery, científico americano, discípulo de Lewis Binford, fue quien dedico sus capacidades a aplicar la teoría de sistemas como medio para solucionar las carencias de la arqueología. Otro arqueologo importante, y que realizó una dura crítica a la arqueología tradicional, fue David Clarke, británico responsable de extender la arqueología procersual a Europa, donde fue muy dificil su inserción social. En su libro, Arqueología Analítica, es donde propone su recambio en el programa de investigación, renovando la prehistoria europea. Fue un prestigioso profesor de la Universidad de Cambridge, demostrándo la utilidad de la teoría de sistemas, los modelos matemáticos y la influencia de la ecología y del espacio geográfico en la evolución de las sociedades y su comprensión. Sin embargo, a David Clarke siempre se le señaló de vanguardísta y hermético, al contrario de Colin Refrew, quien fue el exponente divulgador y el rostro amable de esta nueva tendencia, y el responsable de denominarla 'Arqueología Procesual' en 1993.

El camino a la consolidación del procesualismo se allanó mediante diversas críticas que ya se estaban haciendo en su tiempo a la arqueología prehistórica europea, que utilizaba como paradigma al Historicismo Cultural, especialmente desde perspectivas teóricas ligadas al funcionalismo y al positivismo científico, quienes asediaban el particularismo humanista de muchos exponentes de las disciplinas históricas.

David Clarke en Arqueología Analítica señalaba duramente que la disciplina se habia convertido en 'una ciencia empírica e indisciplinada carente de un esquema de trabajo sistemático y ordenado basado en modelos y reglas de procedimiento claramente definidos y manifiestos; carecer, además de un cuerpo teórico central capas de sistematizar las regularidades implícitas en sus datos de tal manera que los residuos excepcionales que distinguen cada paso puedan ser fácilmente aislados y fácilmente valorados' (p. 12).

Para la arqueología procesual, lo que se realizaba generalmente en la disciplina era la paleopsicología y la recolección de restos materiales sin un riguroso análisis científico, lo que en realidad no podía cumplir con explicar las diferencias culturales ni conocer la prehistoria. La academia se limitaba a obedecer el prestigio de la autoridad científica, y la vocación humanista, particularista e historicista, limitaban la construcción de modelos teóricos generales que proyectaran el trabajo a nivel de programas de investigación.

En este contexto de asedio al historicismo cultural y de nacimiento de una nueva forma de hacer arqueología, necesitó de un recambio conceptual. Un elemento central que define Lewis Binford es el de 'cultura', entendiéndolo como un medio extrasomático de adaptación al ambiente, siendo  la tecnología el vínculo por el cual nos adaptamos. La tecnología sería el motor del progreso cultural, según la energía que se aproveche eficientemente en relación con la magnitud de las necesidades humanas, evolucionando en el uso más eficiente de la energía humana y del medio. La evolución social se derivaría del progreso tecnológico, siendo lo fundamental el trabajo directo, la explotación del ambiente.

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