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domingo, 28 de noviembre de 2010

La Arqueología como práctica social





Entender a la arqueología como práctica social es darle un sentido socialmente significativo. Para autores como Felipe Bate, uno de los objetivos disciplinares primordiales es la caracterización o cualificación de las sociedades precapitalistas, entendiendo el capitalismo como una forma economica social específica que condujo a una formación histórica generalizada. Más que una identificación y descripción única, la idea sería generar explicaciones de los procesos sociales en base a la cultura arqueológica, o sea, los vestigios del pasado. Es una tarea dificil en cuanto a la capacidad interpretativa y concluyente de la arqueología. Si comprendemos que tanto la tecnología como las instituciones en su proceso de adaptación conforman la cultura, en este proceso estarían intimamente involucrados artefactos, instituciones e ideologías en el conmportamiento social para la explotación energética (Cohen 1974: 46). Todo desarrollo cultural, sus artefactos e instituciones, caracterizarían a un modo de vida específica.

Cada sociedad es específica en su modo de vida, ya que implican formas particulares de autoentenderse, hasta de construir sus casas, a la vez que establecer decisiones en relación con su medio ambiente, o las opciones estilisticas de las construcciones artefactuales. De esta forma, se pretende que la disciplina de cuenta de las estructuras sociales y de los diferentes procesos que tuvieron cabida en una sociedad detemrinada.

La historia es concreta en la medida en que tiene una manifestación particular en las sociedades pero a la vez da cuenta de regularidades en los cambios de su formación económica social. Por lo que podemos llegar al conocimiento las regularidades esenciales que rigen los desarrollos. Saber explicar el como y el porque se produce el capitalismo por ejemplo, es plataforma de la cual podemos transformarlo (Bate 1998). Aunque Bate de la misma forma cree que: El procedimiento de identificar y etiquetar a una sociedad no resuelve el problema de explicar la historia real, aun cuando los casilleros o tipos sociales a los que se asignen estuvieran acuciosamente definidos y refinados. Pensamos no obstante que una parte de tal problema está en que resulta bastante dudoso que las calidades generales de los casilleros -sean etapas, estadios, epocas o formaciones sociales- esten tan clara y refinadamente definidos (Bate 1998: 81)

Para esto es necesaria la constrastación empírica, que es ver como estos modelos que nosotros creamos de las regularidades de los procesos históricos, tienen correspondencia con lo que nosotros encontramos en la cultura material.

“…la diversidad de las líneas de desarrollo o modos de vida, y la irreductiblñe singularidad cultural obedecen a que las regularidades generales que rigen la historia solo existen como determinaciones comunes a los diversos procesos concretos” “nuestra diferencia radical con el culturalismo particularista estriba enj que si bien aceptamos la singularidad histórica de la cultura –hecho por lo demas evidente- para nosotros no existe lo singular como multi determinación concreta que concatena regularidades generales y lo general no existe si no como realidades concretamente singulares. (Bate 1998:82)

De esta forma, conocer y explicar la realidad, es una práctica social que permitiría ser plataforma de transformación, lo cual es un sentido socialmente significativo, lo cual puede ser entendido como academia crítica. Como Bourdieu señala, nuestra relación con el objeto de estudio nunca es de puro conocimiento, por lo que pensar una arqueología crítica se hace fundamental.

Nuestra forma de hacer academia crítica, lejos está de ser una simple negación panfletaria de ciertas condiciones sociales que moralmente rechazamos, lo que debemos desplegar es una completa lucha en contra de la metafísica que vuelve naturales resultados históricos. Comprender las propuestas teóricas como producto del movimiento real, y no como conocimientos abstractos verdaderos en sí, como un alcance de la verdad, un llegar a lo sustancial, en contraposición a una falsa forma de interpretación social, nos lleva a considerar su "verdad” práctica, lo que dan como resultado, a quién sirve y en qué sirve. La cuestión es, superando la verdad y la falsedad teórica, considerar el porqué de la existencia de semejante propuesta académica, y que se hace con ella: el porqué del planteamiento de un autor, qué lo ha hecho llegar a dicha concepción, y cuál es su aplicación, qué se hace con el engendro plasmado en sus libros. La verdad, no como una cuestión teórica, sino como una cuestión de práctica: esa es la cuestión. Y finalmente, ver los intereses que mueven la sangre de un planteamiento teórico vivo, no estático ni revelado por parte del científico, cual profeta, y de ningún modo un descubrimiento sustancial de esa realidad material que observamos a distancia. Lo importante será, en este caso, considerar por qué ciertos materialismos en la antropología y arqueología llegan a ciertas propuestas teóricas y metodológicas, y qué significa en la realidad, en la práctica de los equipos científicos, ver a quién sirven. La palabra desenmascarar es diplomáticamente correcta.


En cuanto a nosotros, los críticos, debemos saber de nuestros padres e hijos, de nuestros orígenes y resultados, debemos ser capaces de aplicar la crítica a nuestras propias mascaras ideológicas. A quién respondemos, a quién servimos, de qué tradición nos hemos nutrido.
Esto no nos lleva a negar la existencia de un discurso científico y de una tecnología, de conocimientos sobre aspectos de la realidad -nuestra realidad socialmente construida- y formas de utilizarlos, ni tampoco nos lleva a quitarle importancia ¡Qué más importante que saber cómo conseguir nuestros fines! Porque, indudablemente, debemos desarrollar medios, ya que, de la misma forma que el conocimiento no cae del cielo, nuestros problemas no estarán resueltos al despertar de un acogedor sueño.
El antropólogo norteamericano Marvin Harris, uno de los varios materialistas, recitó acalorado: "Si lo que importa es cambiar el mundo, y no interpretarlo, el sociólogo marxista no deberá vacilar en falsificar los datos para hacerlos más útiles [...] Parece entonces que el filósofo marxista ha de gozar del permiso de alterar sus datos del modo que más útiles resulte para ayudar a cambiar el mundo, sin más limitaciones que las que en tiempos de guerra se suelen imponer a la propaganda".
Es interesante ver como Marvin Harris hace de la posición política una cuestión teórica, y no la teoría una cuestión de práctica, o sea, de política. El sociólogo francés Pierre Bourdieu planteó que la relación entre el científico y su objeto de estudio nunca es de puro conocimiento. El adversario norteamericano de Marvin Harris, el antropólgo Franz Boas, vio a la ciencia como una herramienta al servicio de la humanidad ¿Pero existe sólo una humanidad? ¿Existe una única cultura? ¿Qué son las clases sociales, las etnias, las diferencias en la opción sexual? Platón, sin mucha necesidad de la ciencia moderna proclamó: "Ahora considera este vicio, el más grave de todos [...] La libertad que se deja cada uno para vender sus bienes o adquirir ajenos. En las oligarquías no se piensa en impedir este desorden. Si así fuera, no tendrían los unos riquezas excesivas y los otros verse reducidos a la miseria...", finalizando el método de la mayéutica con que se “forman dos polís, y en pugna, una de ricos y otra de pobres”. ¿Existe un puro servicio a una pura humanidad? En fin, la realidad está en permanente cambio, y tanto una postura conservadora como una revolucionaria, de una u otra manera, desembocan en buscar enfrentar la realidad que fluye al servicio de ciertos intereses. Cuando Karl Marx recitó "de lo que se trata es cambiar el mundo", un planteamiento cargado de posibilidades, de intereses y orientaciones, nunca dijo que para cambiar el mundo fuera necesario cambiar algunos datos de algún simplón estudio; por lo demás, no creo que publicar un trabajo mal hecho desde la antropología pueda moverle mucho el suelo a la sociedad. Podríamos acotar el tema con un hecho que Vladimir Lenin expresa con síntesis y claridad: “En una sociedad erigida sobre la lucha de clases no puede haber una ciencia social imparcial”.

Postprocesualidad y la Sagrada Trini-dad: Materialidad, Espacialidad, Temporalidad...



En medio de las notables críticas que comenzó a recibir la Nueva Arqueología, desde la acusación por parte de Donbayard en 1969, de que los procesuales no cumplían sus promesas, pasando por una crítica desde uno de los suyos, Flannery en 1973 señalando nada más y nada menos que una inconmensurabilidad epistemológica, un uso indiscriminado del nombre "Nueva Arqueología" como capital cultural y la pérdida de su objetivo que finalmente no iba hacia las leyes que pretendían usar como explicación de fenómenos culturales sino que se habían centrado en el estudio del método. Así hacia el 78' y el 79, se sentían las fuertes críticas de Salmon, desde la epistemología y de Meltzer desde la misma arqueología respectivamente terminaron por cortarle las alas a la Nuena Arqueología. Entre tanto, en 1982 se publicaba "Symbolic and Structural Archaeology" de Ian Hodder.
A comienzos de los 80', desde Cambridge-Inglaterra, un grupo de arqueólogos liderados por Ian Hodder como el Knight on the Shining Armor, junto a grandes exponentes como los bad boys Michael Shanks y Christopher Tilley, dan un vuelco a la teoría arqueológica.
Así que, el vuelco se da en el eje de la teoría, o sea, respecto a tres conceptos fundamentales que representan todo lo que la arqueología es: Espacio, Tiempo y Cultura Material.
Así que, en un comienzo, cuando el mundo era oscuro, el espacio se consideraba como el lugar geográfico donde se encontraban los sitios arqueológicos; el tiempo era visto como cronología, o sea, como una sucesión de eventos en un orden determinado; y la cultura material como meros objetos que eran modificados o utilizados por los seres humanos, lo que los convertía en “artefactos” y por lo tanto en “cultura”.
De esta forma, dentro de las luces que nos otorgaron los posprocesuales o “El club de Ian”, fue la transformación:
El espacio se transformó en espacialidad, el tiempo en temportalidad, y la cultura material en materialidad. El cambio es mucho más potente que una simple terminación en –dad.
Comencemos por materialidad y hagamos cuenta de que no existe la objetividad científica[1], y que todo es subjetivo, todo referente al sujeto. Ahora observemos los objetos que tenemos alrededor, ¿son objetivamente objetos? ¿los uso como me plazca? ¿uso el cepillo para peinarme la barba? tal vez en la Matrix, pero no en el nuevo mundo posprocesual, donde la percepción que tiene el sujeto (usted) del objeto (que está mirando) se funden, debido a que sus prácticas cotidianas están mediadas por tales objetos con los que interactúa con ellos y a veces, desde ellos. De esta forma, los objetos no son simples receptáculos de la conducta y el comportamiento humano, sino que a su vez estos articulan en cierta medida tales comportamientos y conductas. El objeto estructurando nuestras conductas, a esta capacidad de los objetos le han llamado la capacidad de agencia, es decir, la capacidad que tiene el objeto para mediar las conductas humanas, muchas veces sin que nos demos cuenta.

Tomando la noción de agencia material, nos acercamos ahora a la espacialidad y la temporalidad.

Y si es que, el espacio en el que uno habita es material ¿no tendrá capacidad de agencia? ¿Cómo nos afecta nuestro espacio? Determina nuestros movimientos, nuestras rutas, lo que miramos e incluso lo que escuchamos. El espacio para los posprocesuales no es ya el espacio donde existen los sitios arqueológicos, sino el lugar de habitad que tuvieron los sujetos, las personas a nivel de grupos particulares, en el pasado y por supuesto, también en el presente. Por ejemplo, Tim Ingold, en The temportality of the landscape uno de los textos arqueológicos más citados de la historia del universo, nos explica su forma de entender el espacio, como el lugar donde habitan las personas que es visible arqueológicamente a través de los sitios donde se desempeñaron ciertas tareas, lo que él llama taskscapes, lo que a su vez le da un nuevo concepto a la noción de temporalidad, ligado de manera concreta a una espacialidad agente a través del uso que hacemos las personas del espacio.
Así, espacio y tiempo dejan de ser algo absoluto, y se transforman el primero en una forma de percepción del hábitat y el segundo en el resultado de la sucesión de acontecimientos, una percepción muy cultural.

De esta manera vemos como la arqueología se transforma en el juego de la atención del investigador, sus percepciones y la posibilidad, nunca completa y jamás ciento por ciento certera, de acceder a las percepciones que otros tuvieron. Todo esto plasmado en forma de discurso, pero eso es otro texto.


[1] Si al lector le cuesta sugerimos leer “Contra el Método” de Paul K. Feyerabend.

Evaluación Crítica de la Arqueología Procesual


Los datos nunca hablan ¡Son las científicos los que hablan! Nosotros, entonces propusimos pensar en problemas y postular hipótesis que pudieran ser sometidas a prueba (…) lo que une todos los pasos de mi carrera es mi pregunta sobre los métodos: cómo aprendemos cosas, cómo evaluamos nuestros argumentos, métodos de aprendizaje o estrategias
Lewis Binford, Entrevista en Revista Ñ de Argentina.

Cuando al principal exponente de la Arqueología Procesual se le pide que precise sobre esta profesión muchas veces desconocida entre la sociedad civil, señala que “Los arqueólogos tratan de aprender cosas acerca de la diversidad de los humanos. Y, en ese sentido, la arqueología es parte de la antropología ¿Por qué las cosas cambian con el tiempo? ¿Por qué cuando uno excava lo que encuentra es cambio? Esas son las grandes preguntas de la arqueología y para responderlas hay que utilizar las estrategias que usan las ciencias. Pero fundamentalmente, para mí, la pregunta del arqueólogo debe girar en torno del método. Porque si uno hace lo mismo todo el tiempo, si uno sigue recetas establecidas, no hay aprendizaje” (Entrevista en Revista Ñ), declaración que tuvo su propio proceso de constitución, que entraremos a revisar.

Durante los años 1950 y 1960 las humanidades comienzan a pugnar por ser consideradas ciencias sociales y ser merecedoras de los recursos científicos, reposicionándose en el mundo académico. En un contexto de auge tecnológico, el cual conllevaba una fe social por la ciencia y el progreso, sumado al deseo del desarrollo material y la idea de funcionalidad, se fortalecían las tendencias de volver a las humanidades en ciencias, y más particularmente en 'ingenierías sociales' para crear y fortalecer políticas públicas, validando su realización e intervención con la jerarquía y la autoridad científica; naciendo de esta forma las denominadas 'nuevas ciencias' y su correlato en la arqueología.

El máximo dirigente de este virage científico era el mencionado Lewis Binford, estadounidense, impulsor de las ideas procesuales, que señalaban que no se puede entender el registro arqueológico sin que se comprenda cómo se formaron dichos restos que eran evidencias contemporáneas de elementos que son fruto de acciones humanas del pasado, los cuales eran procesos específicos que podían problematizarse atemporalmente, y que se vinculaban como sistemas. Además, le da gran importancia a la antropología y a la etnología para comprender el pasado, -renovando las propuestas y constituyendo la etnoarqueología, y nutrir el conocimiento prehistórico- fomentó la arqueología experimental y la utilización de las ciencias naturales en la investigación arqueológica, a un nivel de tecnologizar y especializar como nunca antes a la disciplina. Tomando las críticas y propuestas de los arqueólogos funcionalistas, establece un modelo integral en sintonía con las 'nuevas ciencias'.

Uno de los hitos importantes con que se da inicio a este virage antropológico en la arqueología se dio con la publicación de Method and Theory in American Archeology de Willey y Phillips, quienes señalan que el nuevo paradigma debía tener en cuenta que la 'arqueología americana o es antropología o no es nada'. Este impulso es el que capitaliza Lewis Binford al desarrollar su planteamiento de Archeology as Anthropology, articulo publicado en 1962, en donde sistematiza un nuevo modelo para la arqueología, siendo la cultura un medio de adaptación extrasomático, entendiendose como herramientas para adaptarse a un ambiente; concibiendo que los elementos materiales son elementos funcionales al proceso de adaptación; y donde la tecnología es el ámbito privilegiado para el conocimiento de las conductas por mantener una directa relación con los limitantes estructurales.

Las influencias teóricas que recibió podrían graficarse también mediante los dirigentes más signidicativos de ciertos proyectos académicos. Por un lado teníamos a Julian Steward, graduado de la Universidad de Berkeley en 1929, representante del funcionalismo y el ecologismo cultural, siendo sus principales aportes la teoría de la evolución social bajo el modelo de la ecología cultural y de la evolución multilineal, el cual considera a la cultura como una totalidad funcionalmente integrada, tomando Lewis Binford de aquí la idea de Núcleos Culturales, que destacaban las actividades asociadas a la subsistencia y la adaptación al ambeinte, concebidos como nichos ecológicos. Entonces, metodológicamente rescata de sus propuestas que: debemos realizar un análisis de la tecnología productiva y del medioambiente, un análisis de las conductas de explotación de espacios específicos y observaciones de cómo estas pautas de conducta determinan el resto de la cultura, y en qué mededida (Steward, 1955). Por otro lado tenemos la importante influencia del representante del neoevolucionismo, Leslie White, quien en 1927 se convirtió en profesor de antropología de la Universidad de Búfalo, siendo un gran conocedor de la obra de Lewis Henry Morgan, destacando que la conducta humana es simbólica en su totalidad, y sosteniendo que existía regularidad en el desarrollo de la cultura, mediante la idea del progreso como eficacia energética, o sea, más producción por menos esfuerzo gracias al desarrollo de la tecnología (C=ExT). La cultura se desarrollaría por el uso de energía per cápita por año en función de la tecnología productiva, siendo el progreso la maximización energética y eficiencia del sistema tecnológico productivo (White, 1959). En tercer lugar estaría Ludwing Von Bertalanffy, impulsor de la teoría general de sistemas, destacado representante del Círculo de Viena y fundador del modelo nomológico deductivo de las ciencias, quien recibe su doctorado en la Universidad de Viena en 1926 y alcanzó fuerte hegemonía en esta renovación científica, siendo su objetivo la búsqueda de elementos integrados y leyes de los mismos. Para esta perspectiva, todo sistema está compuesto por subsistemas, con distintas funciones y jerarquías, estando todo sistema sujeto a leyes y siendo más que la suma de sus partes (Bertalanffy, 1969). Y finalmente, la influenica de Carl Gustav Hempel, impulsor del positivismo lógico como filosofía de las ciencias, teniendo una concepción científica del mundo. Se cobcebía a la realidad como independiente del observador (1), volviendo el problema científico como meramente metodológico, noción a la que Lewis Binford mantiene alta afinidad. Existiría sólo una ciencia que se ajusta al modelo de la matemática, la física y la lógica. La labor de la ciencia es verificar las hipótesis de sistemas de terminologías depuradas y estandarizadas, para validar el conocimiento mediante la metodología, descrubiendo leyes ya existentes en la realidad de forma deductiva. Para esta perspectiva es central poder diferenciar lo que es científico y lo que no, y siempre tener las expectativas claras respecto de lo que se busca, haciendo ciencia donde realmente se pueda hacer ciencia, y evitando centar la atención en las particularidades del observador (Hempel, 1965).

Sin embargo, la labor de Lewis Binford fue más teórica que práctica, por lo que aislarlo de otros
profesionales sería un error en el desarrollo del procesualismo. Una significativa camada de 'nuevos
arqueólogos' pujabam por reorientar la disciplina paralelo al representante más conocido. Un exponente fue Kent Flannery, científico americano, discípulo de Lewis Binford, fue quien dedico sus capacidades a aplicar la teoría de sistemas como medio para solucionar las carencias de la arqueología. Otro arqueologo importante, y que realizó una dura crítica a la arqueología tradicional, fue David Clarke, británico responsable de extender la arqueología procersual a Europa, donde fue muy dificil su inserción social. En su libro, Arqueología Analítica, es donde propone su recambio en el programa de investigación, renovando la prehistoria europea. Fue un prestigioso profesor de la Universidad de Cambridge, demostrándo la utilidad de la teoría de sistemas, los modelos matemáticos y la influencia de la ecología y del espacio geográfico en la evolución de las sociedades y su comprensión. Sin embargo, a David Clarke siempre se le señaló de vanguardísta y hermético, al contrario de Colin Refrew, quien fue el exponente divulgador y el rostro amable de esta nueva tendencia, y el responsable de denominarla 'Arqueología Procesual' en 1993.

El camino a la consolidación del procesualismo se allanó mediante diversas críticas que ya se estaban haciendo en su tiempo a la arqueología prehistórica europea, que utilizaba como paradigma al Historicismo Cultural, especialmente desde perspectivas teóricas ligadas al funcionalismo y al positivismo científico, quienes asediaban el particularismo humanista de muchos exponentes de las disciplinas históricas.

David Clarke en Arqueología Analítica señalaba duramente que la disciplina se habia convertido en 'una ciencia empírica e indisciplinada carente de un esquema de trabajo sistemático y ordenado basado en modelos y reglas de procedimiento claramente definidos y manifiestos; carecer, además de un cuerpo teórico central capas de sistematizar las regularidades implícitas en sus datos de tal manera que los residuos excepcionales que distinguen cada paso puedan ser fácilmente aislados y fácilmente valorados' (p. 12).

Para la arqueología procesual, lo que se realizaba generalmente en la disciplina era la paleopsicología y la recolección de restos materiales sin un riguroso análisis científico, lo que en realidad no podía cumplir con explicar las diferencias culturales ni conocer la prehistoria. La academia se limitaba a obedecer el prestigio de la autoridad científica, y la vocación humanista, particularista e historicista, limitaban la construcción de modelos teóricos generales que proyectaran el trabajo a nivel de programas de investigación.

En este contexto de asedio al historicismo cultural y de nacimiento de una nueva forma de hacer arqueología, necesitó de un recambio conceptual. Un elemento central que define Lewis Binford es el de 'cultura', entendiéndolo como un medio extrasomático de adaptación al ambiente, siendo  la tecnología el vínculo por el cual nos adaptamos. La tecnología sería el motor del progreso cultural, según la energía que se aproveche eficientemente en relación con la magnitud de las necesidades humanas, evolucionando en el uso más eficiente de la energía humana y del medio. La evolución social se derivaría del progreso tecnológico, siendo lo fundamental el trabajo directo, la explotación del ambiente.

¿Cuál es el rol de la arqueología?

Sobre el sentido de la disciplina.